El silencio del Papa en el abismo de dolor de Auschwitz

El Papa en Auschwitz.

El silencio del Papa en el abismo de dolor de Auschwitz
Hace cinco años, la visita de Francisco al campo nazi como parte de su viaje a Polonia para la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia en 2016. Fueron poco más de dos horas entre lugares de muerte y persecución, las que el Pontífice quiso llevar a cabo en absoluto silencio, comunicando el dolor del horror de la Shoá sólo a través de símbolos y gestos

Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano

“Señor ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad”

Cinco años después, sólo quedan estas pocas palabras en español en el Libro de Honor para recordar la visita que el Papa Francisco realizó al lugar de horror y dolor que fue y sigue siendo el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. En medio de la música y la algarabía festiva de los jóvenes de todo el mundo que habían acudido a Polonia para la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, el Pontífice quiso establecer un momento de absoluto silencio en el campo de exterminio nazi el 29 de julio de 2016. Fue la primera y probablemente la única hasta ahora en la que no intervino el Pontífice argentino.


La dedicatoria del Papa en el Libro de Honor del Lager
Oración en la celda de San Maximiliano Kolbe

La oración solitaria de Francisco sentada en un banco junto al muro de las ejecuciones, donde aún son visibles las manchas de sangre congelada de los presos muertos de un disparo en la nuca, es un recuerdo de aquel día. Y queda la mirada conmovida durante los quince minutos pasados en la penumbra de la celda 18 -la llamada "celda del hambre"- en la que fue encarcelado San Maximiliano Kolbe, el franciscano que eligió sacrificar su propia vida en favor de la de un padre de familia, entre los diez prisioneros del bloque 11 a los que los nazis impusieron la muerte.
Un mensaje gritado en silencio

La elección del Pontífice de realizar la visita de dos horas a Auschwitz en total silencio fue acertada y razonada. Una forma de gritar al mundo que, todavía, después de casi ochenta años, no hay palabra suficiente para describir la lógica perversa que generó aquel abismo de crueldad recordado en la historia como la Shoá. El capítulo fue tan dramático que siempre dejó físicamente mudo al Papa argentino, como también se vio recientemente en el encuentro, al margen de una audiencia general, con Lidia Maksymowicz, una superviviente polaca de origen bielorruso. Francisco tampoco le habló, sólo se comunicó con un gesto: un beso en el número tatuado en su brazo.


Francesco firma il Libro d'Onore di Auschwitz
Viernes Santo de los inocentes

Y el Papa hizo muchos gestos aquella mañana de hace cinco años en esos lugares de muerte y persecución. Un viernes, casi un Viernes Santo -al que siguió la visita a un hospital pediátrico y el Vía Crucis con los jóvenes de la JMJ- en el que el Pontífice, aunque con los labios sellados, se hizo eco del grito de cada inocente que subió a su Gólgota o que sigue subiendo hoy, porque son víctimas de una "tercera guerra mundial en pedazos".
Abrazar a los supervivientes

Desde su lento paseo, con la cabeza inclinada, hasta la entrada de Auschwitz, bajo la sombra de la inscripción desgarrada Arbet Macht Frei ("el trabajo te hace libre"), la visita de Jorge Mario Bergoglio al campo ha estado salpicada de gestos y símbolos. El primero fue un beso a una de las vigas del poste colgante, luego su cabeza apoyada en el frío muro de la Plaza de las Apelaciones y el sobrio abrazo de cada uno de los diez supervivientes, entre ellos Helena Dunicz Niwinska, una ex violinista superviviente que habría cumplido 101 años al día siguiente. El Papa le dio una caricia en la cabeza. La misma caricia se repitió, unos minutos más tarde, en las paredes de la celda de Maximiliano Kolbe, donde el fraile grabó algunos grafitis, entre ellos una cruz para mirar durante las oraciones recitadas en medio de los retortijones de hambre.


Francisco en Auscwhitz
Parada en Birkenau

Quienes tuvieron la suerte de participar en ese acto quedaron impresionados en su momento por cómo todos los presentes -desde los gendarmes, que se comunicaban con la mirada, hasta los reporteros que seguían al Papa, que emitían sus transmisiones televisivas en directo mostrando sólo las imágenes- se unieron al Santo Padre en esta peregrinación del recuerdo y quisieron respetar su silencio. Sólo un bebé, con su llanto espontáneo, rompió el silencio en el momento exacto en que el Pontífice, tras recorrer en un coche eléctrico el tramo recto de más de un kilómetro por las vías que parten de la llamada "Puerta de la Muerte", cruzó el umbral del memorial de Birkenau.

Tras los barracones de madera y ladrillo de Auschwitz, el Papa quiso hacer una parada en el cercano campo de concentración, escenario de la "solución final", el exterminio masivo que los nazis llevaron a cabo sistemáticamente a través de las cámaras de gas. En esas 173 hectáreas, millones de judíos y prisioneros extranjeros encontraron la muerte, envenenados por el Zyklon B.


El Papa Francisco en Birkeanu
Salmos y Kaddish

En su memoria, en 1967 se erigió un monumento internacional en los escombros del segundo y tercer crematorio, que fueron volados por los alemanes. Una plataforma compuesta por varios elementos que aluden a sarcófagos y lápidas, de la que sobresale una torreta que representa la chimenea del crematorio. Fue allí donde el Pontífice concluyó su visita el 29 de julio de 2016, presidiendo una ceremonia interreligiosa en la que el kaddish entonado por el rabino principal de Polonia se alternó con la lectura del Salmo 130, el De Profundis, leído por un sacerdote de Markowa, el pueblo donde murió la familia Ulma, campesinos polacos fusilados por haber dado refugio a fugitivos judíos.
Oración frente a la piedra conmemorativa

Sin embargo, antes de eso, la atención del Papa fue captada por las piedras conmemorativas colocadas frente al monumento, todas con la misma inscripción pero en 23 idiomas diferentes: "Que este lugar sea para siempre un grito de desesperación y una advertencia a la humanidad, donde los nazis mataron a cerca de 1,5 millones de hombres, mujeres y niños, en su mayoría judíos, de varios países de Europa. Auschwitz-Birkenau 1940-1945". Al llegar a la última piedra, el Papa se desvió una vez más del programa y se detuvo a rezar, colocando una lámpara decorada con un escudo de plata y una base de madera de nogal, inspirada en la valla del campo de concentración.


El Papa Francisco reza ante la piedra conmemorativa de las víctimas de Auschwitz-Birkeanu
Encuentro con los justos

Un último gesto puso fin a la visita a Auschwitz: otro abrazo, esta vez con un grupo de los "Justos entre las Naciones", 22 ancianos y ancianas, honrados por Yad Vashem con una medalla de oro. Una mujer se lo mostró a Francisco, quien, respondió "gracias". Gracias por arriesgar su propia vida para salvar la de otra persona. El único rayo de esperanza, pues, en un abismo de dolor.

Fuente:www.vaticanews.va

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