Cardenal que salvó la fe de Polonia y fue mentor de Juan Pablo II llega a los altares

Redacción ACI Prensa

Cardenal Stefan Wyszyński junto al entonces Cardenal Karol Wojtyla, San Juan Pablo II.

Este 12 de septiembre, en Varsovia, serán elevados a los altares el Cardenal Stefan Wyszyński, Arzobispo Primado de Polonia de 1948 a 1981, considerado el mentor de San Juan Pablo II y el pastor que salvó la fe de los polacos en los difíciles tiempos del comunismo, y la madre Elżbieta Róża Czacka, religiosa ciega, que fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz y estableció la Obra Laski, un centro de educación de niños ciegos y de diálogo con los no creyentes.

La ceremonia de beatificación en el Templo de la Divina Providencia de Varsovia estará presidida por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Cardenal Marcello Semeraro, y los perfiles de los beatos serán presentados por el arzobispo metropolitano de Varsovia, el cardenal Kazimierz Nycz.

El Cardenal Stefan Wyszyński (nacido en 1901), joven sacerdote ya antes de la guerra, se dio a conocer como un destacado activista social, experto en la enseñanza social católica, fundador, entre otras, de la Universidad de Trabajadores Cristianos de Włocławek y editor del “Ateneum Kapłański”, una revista del más alto nivel. Gracias a estos logros, Pío XII le nombró obispo de Lublin en 1946.

Wyszyński fue nombrado Primado de Polonia, arzobispo metropolitano de Gniezno y Varsovia, en noviembre de 1948. Además del cargo de Presidente de la Conferencia Episcopal, era legado papal (en ausencia del nuncio) y tenía poderes especiales que había recibido de la Santa Sede, tras su predecesor, el Cardenal August Hlond, fallecido en 1948.

Esto le permitió ejercer su jurisdicción sobre los territorios devueltos a Polonia por Alemania y ocuparse de los católicos en la Unión Soviética. En enero de 1953 fue creado cardenal.
Encarcelamiento a pesar de una línea flexible

En el contexto del creciente enfrentamiento con el régimen comunista, en abril del 1950 el Primado Wyszyński decidió firmar un “acuerdo” con el gobierno. La Santa Sede lo juzgó negativamente, como demasiado conciliador.

Con la firma de este documento, el Primado quería proteger a la Iglesia de Polonia de un ataque frontal de los comunistas, como ocurrió en otros países del bloque socialista. Gracias a su flexibilidad, la Iglesia polaca se salvó en el periodo más difícil, el del estalinismo.

Sin embargo, ante el intento de los comunistas de tomar el control de los nombramientos en la Iglesia, pronunció el categórico: “¡Non possumus!” El 25 de septiembre de 1953 fue detenido. Sin acusación, juicio ni condena, fue encarcelado en varios lugares durante tres años, hasta el 28 de octubre del 1956.

Para la renovación moral de la nación, un enfrentamiento victorioso con el régimen

El Cardenal Wyszyński aprovechó el periodo de su encarcelamiento para desarrollar un programa de renovación moral para la nación. Estaba convencido de que la condición para recuperar la libertad nacional era un renacimiento moral y espiritual.

Los pilares de este programa fueron la consagración de la nación a la Madre de Dios (los Votos de la Nación en Jasna Góra en 1956), y luego el programa de la Gran Novena, un trabajo pastoral y de oración de nueve años antes del milenio del Bautismo de Polonia en 1966.

A raíz de estas manifestaciones de miles de personas, que más tarde acompañaron también las celebraciones del milenio del Bautismo de Polonia, los polacos tenían una sensación de libertad que no podían disfrutar fuera de la Iglesia.

Así, la Iglesia se convirtió en una autoridad cada vez más fuerte, incluso en una guía informal para la nación. Esto condujo a una profundización de la religiosidad, no sólo en el pueblo sino también en el entorno intelectual.

La Iglesia salió victoriosa del enfrentamiento con el régimen ateo. Fue un fenómeno único en Europa.

Además, el Cardenal Wyszynski ayudó a la Iglesia católica en la URSS a sobrevivir. Ordenó en secreto a sacerdotes para que trabajaran allí y les proporcionó ayuda. Gracias a sus cuidados, la Iglesia greco-católica, liquidada y brutalmente perseguida en el Estado de Stalin, sobrevivió en Polonia.
Sabia introducción del Vaticano II

Otro de sus méritos fue la sabia y tranquila introducción de la renovación litúrgica conciliar, que no provocó la característica “secularización” en muchas iglesias de Occidente. El Cardenal Wyszyński participó activamente en los trabajos del Concilio Vaticano II, asistiendo a las cuatro sesiones.

Pablo VI le nombró miembro del Presidium del Concilio y, por iniciativa de los obispos polacos en particular, el Papa proclamó a María Madre de la Iglesia.
Reconciliación entre Polonia y Alemania

A nivel internacional, el cardenal Wyszyński fue, en la posguerra, uno de los padres de la reconciliación germano-polaca lanzada por la famosa carta de 1965 de los obispos polacos a los obispos alemanes. Este papel de Wyszyński, así como la autoridad ganada por la Iglesia de Polonia, allanó el camino para la elección del cardenal Karol Wojtyła a la sede de San Pedro.
La espiritualidad del Cardenal

Uno de los rasgos más característicos de la espiritualidad del cardenal Wyszyński era su carácter mariano, definitivamente cristológico, que expresaba, entre otras cosas, en su lema frecuentemente repetido: “Soli Deo per Mariam”. Había tomado del místico francés San Louis Grignion de Montfort la idea de la “esclavitud a la Santísima Virgen”, entregándose personalmente a María cuando aún estaba en prisión.

La culminación de este concepto fue la consagración por parte del episcopado de toda Polonia a la esclavitud materna de María por la libertad de la Iglesia en la patria y en el mundo, que tuvo lugar en Jasna Gora el 3 de mayo del 1966, con motivo del Milenio del Bautismo de Polonia, con la participación de casi un millón de creyentes.

Otro rasgo característico del Cardenal Wyszyński era su disposición a perdonar incluso a sus perseguidores.

Cuando murió Bolesław Bierut, presidente comunista y perseguidor de la Iglesia, Wyszyński celebró inmediatamente una misa por su alma en su capilla privada. En su testamento escribió estas palabras: “Considero una gracia para mí el haber podido dar testimonio de la verdad como preso político a través de un encarcelamiento de tres años y haber sido capaz de no odiar a mis compatriotas en el poder del Estado. Consciente de los agravios que me han hecho, les perdono de corazón todas las calumnias con las que me honraron”.

Se caracterizaba por un gran respeto a todas las personas, especialmente a las mujeres, algo poco frecuente en la Iglesia de la época. Cuando una mujer entraba en su despacho, incluso una señora de la limpieza, se levantaba para mostrarle respeto.

Era un testigo de los valores familiares. Era un defensor de la vida y consideraba el aborto como una de las lacras más peligrosas. Fue un imparable defensor de los derechos humanos contra un régimen opresor.
Apoyo prudente a la “Solidaridad”

Cuando estallaron las huelgas en la costa en agosto de 1980, pidió cautela por temor a la intervención soviética, pero apoyó las demandas de los huelguistas. Apoyó al nuevo sindicato independiente y autónomo “Solidaridad”, al tiempo que pidió a sus dirigentes que dieran muestras de responsabilidad.

Murió el 28 de mayo de 1981. Su funeral, al que asistieron el Secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal Agostino Casaroli (que sustituyó a Juan Pablo II, hospitalizado tras el atentado) y representantes de muchas Conferencias Episcopales, fue un gran acontecimiento al que asistieron varios cientos de miles de personas.
Hacia la beatificación

El proceso de beatificación del cardenal Wyszyński a nivel diocesano se empezó el 20 de mayo de 1989 y llegó a su fin el 6 de febrero de 2001. Sus expedientes fueron enviados a la Congregación para las Causas de los Santos. El 18 de diciembre de 2017, el Papa Francisco firmó el decreto sobre la heroicidad de las virtudes.

El 29 de noviembre de 2018, el consejo médico de la Congregación declaró una curación milagrosa por intercesión del cardenal, confirmada el 2 de octubre de 2019 por el Santo Padre. Se trata de la curación de una joven monja de 19 años, que padecía un cáncer de tiroides.

Este hecho abrió el camino a su beatificación. La ceremonia estaba prevista para el 7 de junio del 2020, pero tuvo que ser aplazada debido a la pandemia.


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Fuente:www.aciprensa.com

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