Redacción ACI Prensa
Imagen referencial. El Papa Francisco con recién casados en el Vaticano.
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco continuó su serie de catequesis sobre San José en la que destacó una enseñanza para los novios cristianos este miércoles 1 de diciembre durante la Audiencia General que se llevó a cabo en el Aula Pablo VI del Vaticano.
“Los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor así, que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro. Esta es una elección exigente, que, en lugar de aprisionar la vida, puede fortificar el amor para que sea duradero frente a las pruebas del tiempo”, dijo el Santo Padre.
A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Seguimos nuestro camino de reflexión sobre la figura de San José. Hoy quisiera profundizar en su ser “justo” y “desposado con María”, y dar así un mensaje a todos los novios, también a los recién casados.
Muchas historias vinculadas con José llenan los pasajes de los evangelios apócrifos, es decir no canónicos, que han influido también en el arte y diferentes lugares de culto. Estos escritos responden al deseo de colmar los vacíos narrativos de los Evangelios canónicos, los cuales nos dan todo lo que es esencial para la fe y la vida cristiana.
El evangelista Mateo. Esto es importante ¿qué dice el Evangelio sobre José? No qué dicen los evangelios apócrifos, que no es algo feo, malo, son bellos, pero no son la Palabra de Dios, en cambio los Evangelios que están en la Biblia son la Palabra de Dios.
Entre ellos, el evangelista Mateo que define José como hombre “justo”. Escuchamos su pasaje: «La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto» (1,18-19).
Porque los novios cuando la novia era fiel o se quedaba embarazada podían denunciarla, debían, y las mujeres en aquel tiempo eran lapidadas, pero José era justo: ‘eso no lo haré, me voy callado’.
Para comprender el comportamiento de José en relación con María, es útil recordar las costumbres matrimoniales del antiguo Israel. El matrimonio comprendía dos fases muy definidas. La primera era como un noviazgo oficial, que conllevaba ya una situación nueva: en particular la mujer, incluso viviendo aún en la casa paterna todavía durante un año, era considerada de hecho “mujer” del prometido esposo. Todavía no vivían juntos, pero era como si fuera su mujer.
El segundo hecho era el traslado de la esposa de la casa paterna a la casa del esposo. Esto sucedía con una procesión festiva, que completaba el matrimonio, y las amigas de la esposa la acompañaban allí. En base a estas costumbres, el hecho de que «antes de estar juntos ellos, se encontró encinta», exponía a la Virgen a la acusación de adulterio. Y esta culpa, según la Ley antigua, tenía que ser castigada con la lapidación (cfr Dt 22,20-21). Sin embargo, en la praxis judía sucesiva se había afianzado una interpretación más moderada que imponía solo el acto de repudio, pero con consecuencias civiles y penales para la mujer, pero no la lapidación.
El Evangelio dice que José era “justo” precisamente por estar sujeto a la ley como todo hombre pío israelita. Pero dentro de él el amor por María y la confianza que tiene en ella le sugieren una forma que salva la observancia de la ley y el honor de la esposa: decide repudiarla en secreto, sin clamor, sin someterla a la humillación pública. Elige el camino de la discreción, sin juicio ni venganza.
Pero cuánta santidad de San José. Nosotros que apenas tenemos una noticia un poco folclórica, un poco fea, acudimos a las habladurías inmediatamente, y José callado. Pero añade enseguida el evangelista Mateo: «Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús por que él salvará a su pueblo de sus pecados”» (1,20-21). Interviene en el discernimiento de José la voz de Dios que, a través de un sueño, le desvela un significado más grande de su misma justicia.
¡Qué importante es para cada uno de nosotros cultivar una vida justa y al mismo tiempo sentirnos siempre necesitados de la ayuda de Dios! Para poder ampliar nuestros horizontes y considerar las circunstancias de la vida desde un punto de vista diferente, más amplio.
Muchas veces nos sentimos prisioneros de lo que nos ha sucedido; mira lo que me pasó y permanecemos prisioneros de aquella cosa fea que nos pasó, pero precisamente delante de algunas circunstancias de la vida, que nos parecen inicialmente dramáticas, se esconde una Providencia que con el tiempo toma forma e ilumina de significado también el dolor que nos ha golpeado.
La tentación es cerrarse en aquel dolor, en aquel pensamiento de las cosas no lindas que sucedieron, y esto no hace bien, eso te lleva a la tristeza y a la amargura. El corazón amargo es tan feo.
Pero quisiera que nos detuviéramos a reflexionar sobre un detalle de esta historia narrada por el Evangelio y que muy a menudo descuidamos. María y José son dos novios que probablemente han cultivado sueños y expectativas respecto a su vida y a su futuro. Dios parece entrar como un imprevisto en su historia y, aunque con un esfuerzo inicial, ambos abren de par en par el corazón a la realidad que se pone delante de ellos.
Queridos hermanos y queridas hermanas, muy a menudo nuestra vida no es como la habíamos imaginado. Sobre todo, en las relaciones de amor, de afecto, nos cuesta pasar de la lógica del enamoramiento a la del amor maduro. Y se debe pasar del enamoramiento al amor maduro, ustedes recién casados, piensen bien esto.
La primera fase siempre está marcada por un cierto encanto, que nos hace vivir inmersos en un imaginario que a menudo no corresponde con la realidad de los hechos. Pero precisamente cuando el enamoramiento con sus expectativas parece terminar, ahí puede comenzar el amor verdadero, o ahí viene el amor verdadero. Amar de hecho no es pretender que el otro o la vida corresponda con nuestra imaginación; significa más bien elegir en plena libertad tomar la responsabilidad de la vida, así como se nos ofrece. Es por esto por lo que José nos da una lección importante, elige a María “con los ojos abiertos” y podemos decir entre comillas con “todos los riesgos”.
Piensen en el Evangelio de San Juan un reclamo que hacen los doctores de la ley nosotros no somos hijos de allá, refiriéndose a la prostitución, porque ellos sabían que María había quedado embarazada y querían ensuciar a la madre de Jesús, para mí es el pasaje más sucio, más demoniaco del Evangelio, era el riesgo de José, nos da esta lección toma la vida como viene, Dios intervino allí, la tomo.
José «hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús» (Mt 1,24-25).
Los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor así, que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro. Esta es una elección exigente, que, en lugar de aprisionar la vida, puede fortificar el amor para que sea duradero frente a las pruebas del tiempo.
El amor de una pareja va hacia adelante en la vida y madura cada día. El amor del noviazgo, permítanme la palabra, es un poco romántico, ustedes lo han vivido, pero después comienza el amor maduro, de todos los días, de los niños que llegan, y a veces ese romanticismo desaparece, ¿no hay amor? Si, pero amor maduro. Pero padre, a veces peleamos, eso sucede desde el tiempo de Adán y Eva hasta hoy, que los esposos pelean, es el pan nuestro de cada día, pero ¿no se debe pelear? Si, se debe, no digo que se debe, pero se puede. Pero padre a veces alzamos la voz… sucede, y también a veces ‘vuelan los platos’, sucede. ¿Pero cómo hacer para que esto no dañe la vida del matrimonio? Escuchen bien: no terminen nunca el día sin hacer las paces. Peleamos, yo te dije malas palabras, pero, ahora termina el día, tenemos que hacer la paz. ¿Saben por qué? porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa, no permiten que el día siguiente inicie con la guerra, por eso hacer la paz antes de ir a cama. Pero padre, yo no sé cómo hacer para hacer la paz después de una situación fea que hemos vivido, muy fácil, haz así… y ya se hizo la paz. Recuerden siempre: nunca terminen el día sin hacer la paz. Eso les ayudará en la vida matrimonial y a todos los casados que están aquí.
Este pasar del enamoramiento al amor maduro es una elección exigente, pero debemos ir por ese camino. Y también esta vez concluimos con una oración a San José.
San José,
tú que has amado a María con libertad,
y has elegido renunciar a tu imaginario para hacer espacio a la realidad, ayuda a cada uno de nosotros a dejarnos sorprender por Dios
y a acoger la vida no como un imprevisto del que defendernos,
sino como un misterio que esconde el secreto de la verdadera alegría. Obtén para todos los novios cristianos la alegría y la radicalidad,
pero conservando siempre la conciencia
de que solo la misericordia y el perdón hacen posible el amor. Amén.
Fuente:www.aciprensa.com
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