POR CYNTHIA PÉREZ | ACI Prensa
Lida y su nieto. Crédito: Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Desde el inicio de la guerra entre Armenia y Azerbaiyán, en la región de Nagorno-Karabaj, cientos de miles de personas que fueron víctimas de la violencia se vieron obligadas a vivir como refugiados y hoy luchan por sobrevivir gracias a la caridad de la Iglesia Católica.
Desde el 27 de septiembre de 2020 se libra una guerra entre Armenia y Azerbaiyán, en Nagorno-Karabaj. Tras la caída de la Unión Soviética, esta región quedó bajo soberanía de Azerbaiyán, hasta que en 1994 fue ocupada por las fuerzas militares armenias. Desde entonces, las autoridades de Armenia proclamaron el territorio como República de Artsaj.
En la región de Nagorno-Karabaj vivía un importante número de armenios cristianos, hasta que el año pasado, Azerbaiyán, país de mayoría islámica y de cultura turca, inició una ofensiva para recuperar el enclave, con apoyo logístico de Turquía.
El 9 de noviembre de 2020 se negoció un alto el fuego entre ambos países. Actualmente, la guerra sigue en curso. El ejército azerbaiyano ocupó amplias partes del este del territorio y el ejército armenio resiste en las zonas montañosas del interior.
Hasta ahora más de cuatro mil soldados armenios han muerto, lo que representa casi toda una generación de hombres jóvenes. Además, según ACN, las ofensivas han dejado al menos unos 90 mil fallecidos e innumerables crímenes de guerra. Lamentablemente, la ofensiva ha intensificado el “viejo conflicto y ha producido una catástrofe humanitaria”, indicó.
Según la fundación pontificia, desde el inicio de la guerra, “sólo unos 25 mil refugiados han podido regresar a sus hogares. El resto ha quedado atrapado en Armenia y lucha por sobrevivir y recuperarse”.
Entre ellos está la familia de Lida, una mujer viuda de Nagorno-Karabaj que tras el inicio de la guerra tuvo que huir de su hogar junto a su familia para vivir como refugiados en Artashat, una pequeña ciudad ubicada en el triángulo fronterizo formado por Armenia, Turquía y Azerbaiyán.
En una reciente visita de ACN a Artashat en octubre, Lida relató que antes del conflicto llevaba junto a sus dos hijos “una buena vida en Nagorno-Karabaj”. Dijo que trabajaba como profesora, tenía una casa propia “y todo lo que necesitábamos”. Desde hace seis meses vive en una casa en Artashat, un lugar lleno de edificios industriales abandonados, restos de la época soviética.
Lida relató que el 27 de septiembre de 2020 sus dos hijos fueron alistados en el ejército, con tan solo 22 y 24 años. Luego, cuando estaba con su nuera Mariam y su pequeña nieta Nané, ocurrió el bombardeo. Si bien primero se refugiaron bajo la mesa, luego se escondieron en el sótano, donde no tenían electricidad, pero sí algo de comida y agua para subsistir.
Luego, los ancianos de la aldea les dijeron que debían irse del pueblo, así que portando una sola maleta “huimos primero a Berdsor y, al cabo de una semana, nos trasladaron en autobuses a Armenia”, dijo. Primero vivieron con un familiar en Artashat, pero desde hace medio año se mudaron para no ser “una carga”.
El hogar donde vive actualmente Lida es un lugar pobre, pero “limpio y ordenado”. La casa tiene un agujero en el techo de la habitación, y no tienen servicios básicos como electricidad y agua. “El agua la traemos una vez a la semana de nuestros familiares”, explicó.
Lida dijo que además deben asumir el pago de dos deudas. Precisó que tuvieron que pedir “un crédito para los muebles más necesarios”; y que deben pagar el préstamo que pidieron para hacer la habitación de su nieta cuando nació. “El banco [en Nagorno-Karabaj] no tiene piedad. No sé cómo nos las arreglaremos”, dijo.
En los primeros cuatro meses, Lida indicó que recibieron una ayuda de 150 dólares, y que las familias que habían perdido un miembro recibieron “un pago único de 20 mil dólares”. Si bien los hijos de Lida no murieron, “el mayor está gravemente traumatizado y no puede trabajar”.
Para subsistir, ella trabaja dando clases a dos alumnos; y su hijo más joven trabaja en una cercana fábrica de conservas, aunque dijo que “está mal pagado y no le abonaron su primer salario hasta seis meses después”.
Lida señaló que si bien “se espera de nosotros que volvamos a nuestras casas, si no están destruidas”, allí “la situación no es segura”.
Explicó que “los soldados de la llamada ‘Mirotvorcy’ (las ‘fuerzas de paz’ rusas), que deben servir en la frontera, cuando tienen dudas los ignoran”, y que los azerbaiyanos que han ocupado su casa, la “publican descaradamente en Facebook”.
Como ella, miles de personas han perdido el trabajo, han sufrido los traumas de la guerra o incluso han muerto. A este problema se suma que la ayuda del gobierno para los refugiados en Artashat se ha terminado y muchas agencias de ayuda también se han retirado de la zona, señaló la fundación.
En medio de este contexto, la Iglesia “ayuda con apoyo espiritual y psicológico para superar los traumas”, pero también ayuda material.
Concretamente, ACN cubre por 15 meses el costo “de un paquete de emergencia para 150 familias en la ciudad de Goris, en la provincia de Syunikh, cerca de la frontera con Nagorno Karabaj”. Esta ayuda incluye “vivienda, medios de subsistencia, atención psicológica y pastoral”.
ACN indicó que gracias a la solidaridad de los fieles, pueden atender a los mutilados de guerra, ayudarlos a instalarse en una vivienda adaptada a su tipo de discapacidad. Por ejemplo, “instalar un baño para no tener que atravesar el patio a temperaturas bajo cero”, indicó.
Mientras que a los que tienen familiares fallecidos que llevaban el sustento al hogar, la Iglesia los da herramientas y oportunidades para “ganarse la vida, ante el aumento del desempleo y de los precios en el país”; y “en la medida de lo posible”, los ayuda a encontrar trabajo.
Fuente:www.aciprensa.com
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