El Papa Francisco explica cuál es la paz que el mundo no conoce

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

Papa Francisco en el Regina Coeli. Foto: Vatican Media

Al dirigir el rezo del Regina Coeli este domingo 22 de mayo, el Papa Francisco exhortó a invocar al Espíritu Santo para obtener el don de “la paz que el mundo no conoce” porque solo Dios es capaz de “desarmar el corazón y llenarlo de serenidad”.

“¿Qué es esta paz que el mundo no conoce y que el Señor nos dona? Esta paz es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Jesús. Es la presencia de Dios en nosotros, es la “fuerza de paz” de Dios”, señaló el Papa.

En esta línea, el Papa Francisco indicó que “es Él el Espíritu Santo quien desarma el corazón y lo llena de serenidad. Es Él el Espíritu Santo quien deshace las rigideces y apaga la tentación de agredir a los demás. Es Él el Espíritu Santo quien nos recuerda que junto a nosotros hay hermanos y hermanas, no obstáculos y adversarios. Es Él el Espíritu Santo quien nos da la fuerza para perdonar, para recomenzar, para volver a partir. Porque con nuestras fuerzas no podemos. Y con Él nos transformamos en hombres y mujeres de paz”.

Además, el Santo Padre advirtió que “ningún pecado, ningún fracaso, ningún rencor debe desanimarnos a la hora de pedir con insistencia el don del Espíritu Santo que nos da la paz” por lo que “cuanto más sentimos que el corazón está agitado, cuanto más advertimos en nuestro interior nerviosismo, intolerancia, rabia, más debemos pedir al Señor el Espíritu de la paz”.

“Aprendamos a decir cada día: ‘Señor, dame tu paz, dame el Espíritu Santo’. Es una bella oración. ¿La decimos juntos? ‘Señor, dame tu paz, dame el Espíritu Santo’. No escuché bien, de nuevo: ‘Señor, dame tu paz, dame el Espíritu Santo’. Y pidámoslo también para quienes viven junto a nosotros, para quienes encontramos todos los días y para los responsables de las naciones”, dijo el Papa a los numerosos fieles reunidos en la Plaza San Pedro del Vaticano.

Asimismo, el Papa Francisco citó un proverbio que dice “se muere como se ha vivido” y recordó que “las últimas horas de Jesús son, en efecto, como la esencia de toda su vida. Experimenta miedo y dolor, pero no deja espacio al resentimiento y a la protesta. No se deja llevar por la amargura, no se desahoga, no es incapaz de soportar”.

“Está en paz, una paz que proviene de su corazón manso, habitado por la confianza. De ahí surge la paz que Jesús nos deja. Porque no se puede dejar la paz a los demás si uno no la tiene en sí mismo. No se puede dar paz si no se está en paz”, dijo el Papa.

En esta línea, el Santo Padre subrayó que “Jesús demuestra que la mansedumbre es posible” porque “Él la ha encarnado precisamente en el momento más difícil; y desea que también nos comportemos así nosotros, que somos los herederos de su paz”.

“Nos quiere mansos, abiertos, disponibles para escuchar, capaces de aplacar las disputas y tejer concordia. Esto es dar testimonio de Jesús, y vale más que mil palabras y que muchos sermones. El testimonio de paz”.

De este modo, el Papa invitó a cuestionarnos “si, en los lugares en los que vivimos, nosotros, los discípulos de Jesús, nos comportamos así: ¿Aliviamos las tensiones, apagamos los conflictos? ¿Tenemos una mala relación con alguien, estamos siempre preparados para reaccionar, para estallar, o sabemos responder con la no violencia, con palabras y gestos afables? ¿Cómo reacciono yo? Cada uno se pregunte”.

Finalmente, el Santo Padre reconoció que “esta mansedumbre no es fácil” porque “¡qué difícil es, a todos los niveles, desactivar los conflictos!” e invitó a pedir al Espíritu Santo ser “capaces de custodiar la paz, que necesitamos una ayuda, un don. La paz, que es nuestro compromiso, es ante todo don de Dios”.

“Que la Virgen nos ayude a acoger al Espíritu Santo para ser constructores de paz”, concluyó el Papa.

A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

San Juan 14, 23-29

23Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.24El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.25Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.26Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.27Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.28Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.29Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.


Fuente:www.aciprensa.com

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