Una imagen del arzobispo jesuita alemán Eduard Profittlich
Estonia, historia de un alma ecuménica
En Estonia sólo viven cinco mil católicos, pero la comunidad sigue creciendo gracias a la huella dejada por el jesuita alemán Eduard Profittlich, el obispo mártir testigo de la fe que trajo y promovió el catolicismo en el país báltico
Mario Galgano – Tallin
Es cierto que Estonia es, en términos de superficie, un país pequeño, y sin embargo no es fácil para la minoría católica asistir a misa. Muchos fieles tienen que recorrer largas distancias en coche para recibir el sacramento de la comunión o hablar con un sacerdote católico. Monseñor Philippe Jourdan es el Administrador Apostólico en Estonia.
Él y la teóloga letona Marge-Maarie Paas son los postuladores de la causa de beatificación de monseñor Eduard Profittlich, el jesuita cuya figura dejó una fuerte huella en la fe del país. Marge-Marie fue la responsable de la comunicación con la prensa con motivo de la visita del Papa Francisco en 2018, y ahora se encarga de la redacción de la positio de monseñor Profittlich y seguirá ocupándose de la comunicación oficial sobre el proceso de beatificación.
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El ecumenismo desempeña un papel importante en el país báltico. Las dos Iglesias ortodoxas – la ortodoxa autónoma y la ortodoxa del Patriarcado de Moscú – participan activamente en las conversaciones entre las distintas confesiones. Los temas políticos no se discuten, como nos dijo un representante de la minoría católica, compuesta principalmente por extranjeros o conversos locales. Marge-Marie es una de ellas, una estonia convertida al catolicismo desde otra confesión.
"Un día me apetecía ir a ver la catedral católica de Tallin", nos cuenta. También participa en el ámbito ecuménico. “El diálogo y la escucha – dice – son factores importantes para lograr la paz”.
Renacimiento de una Iglesia
"En el centro geográfico del país, en Kodasema, tenemos un centro juvenil católico", explica Marge-Marie. El edificio se encuentra en medio de un bosque y, alejado del mundo, está a disposición de los jóvenes. Fue el padre Profittlich quien inició su construcción: el jesuita, que llegó a Estonia en 1931 como administrador apostólico y que fue nombrado arzobispo de la capital en 1936.
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Tras la reforma protestante, la Iglesia católica fue prácticamente eliminada, y a partir del 15 de abril de 1783 la comunidad católica de Estonia, con los dos pequeños centros de Tallin y Tartu (Dorpat), pasó a formar parte de la arquidiócesis de Minsk-Mahiljou hasta que se creó la diócesis de Riga, a la que se incorporó el 22 de septiembre de 1918.
Con el telón de fondo del creciente compromiso de la Santa Sede con el diálogo con la ortodoxia en aquellos países en los que la Iglesia católica y la ortodoxa se encuentran también en los espacios de la vida común, el 11 de mayo de 1931 Estonia fue sometida a la Commissio pro Russia como administración apostólica especial, y monseñor Eduard Profittlich nombrado Administrador Apostólico ad nutum Sanctae Sedis.
El nuevo estatuto jurídico – a pesar de las dificultades pastorales debidas al escaso número de católicos, su multilingüismo y su dispersión en el territorio – permite, sin embargo, un desarrollo fructífero de la Iglesia católica en Estonia. La opinión pública también empezó a interesarse pronto por la labor del nuevo obispo: personas de otras religiones también acudían a escuchar sus homilías.
La hora del martirio
Con la anexión forzosa de Estonia a la Unión Soviética, el 17 de junio de 1940, llegaron las leyes soviéticas sobre la religión, que también se impusieron con medidas administrativas coercitivas. Y mientras el Papa Pío XII enviaba una carta de ánimo a monseñor Profittlich el 12 de marzo de 1941, la persecución en Estonia se convirtió en una campaña de terror en la que más de sesenta mil personas fueron detenidas, deportadas, torturadas y asesinadas.
Finalmente, acusado de espionaje en favor de Alemania y de contactos con la delegación alemana en el momento del reasentamiento, monseñor Profittlich fue deportado. No se sabe nada más sobre lo que ocurrió después durante mucho tiempo. Sólo con motivo de la proclamación de la recobrada independencia de Estonia, el 30 de marzo de 1990, el Tribunal Supremo del país informó – el 12 de junio de 1990 – a la comunidad católica de Tallin que monseñor Profittlich – que había sido condenado a muerte el 21 de noviembre de 1941 – que había muerto el 22 de febrero de 1942 en Kirow, donde había estado prisionero, y que había sido completamente rehabilitado.
Fuente:www.vaticannews.com
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