Una escuela católica en Puerto Príncipe (Haití) (AFP or licensors)
En una carta conjunta firmada por el cardenal Braz de Aviz, Prefecto del Dicasterio para la Vida Consagrada, y el cardenal de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, se agradece a los participantes en la reunión celebrada el mes pasado en el Vaticano con representantes de escuelas e instituciones católicas: "Que nadie quede excluido de la danza de la vida".
Michele Raviart - Ciudad del Vaticano
Gracias a "todos los que están dedicando los mejores recursos de la vida a la importante misión educativa a la que están llamados", a los docentes y a todo el personal administrativo y de servicio, "hilos de diferentes colores entretejidos en un único tapiz" y a todas las familias que, "valiéndose de la competencia formativa de la comunidad cristiana crían a sus hijos e hijas en una alianza educativa con las escuelas católicas", se expresa en una carta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y del Dicasterio para la Cultura y la Educación, firmada por los dos prefectos, el cardenal João Braz de Aviz y el cardenal José Tolentino de Mendonça, dirigida a todas las personas e instituciones implicadas en la educación católica.
La Iglesia protagonista de la educación en el mundo
La ocasión fue el recuerdo de lo sucedido el pasado 22 de mayo, cuando algunos de los protagonistas de la red mundial de escuelas católicas fueron invitados al Vaticano, "para que contaran en primera persona las potencialidades y los desafíos de la misión educativa en esta estación de la historia". Un encuentro organizado por los dos Dicasterios para acoger la sugerencia del Papa Francisco de escucharse entre los organismos de la Santa Sede y "porque una parte muy significativa de las más de 240.000 escuelas católicas que hacen de la Iglesia una de las protagonistas de la educación primaria y secundaria en el mundo está dirigida por Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica". Por ello, el agradecimiento se dirigió también a los obispos, diócesis e Institutos de Vida Consagrada, que junto a los demás actores componen "una grandiosa coreografía, deseosa de que nadie quede excluido de la danza de la vida".
Cada cierre apaga un lugar de esperanza
Durante la reunión, se destaca en la carta, también salieron a relucir las "graves dificultades" del sector. "Algunas son comunes a todo el mundo", como los efectos de la pandemia, la crisis económica mundial, la natalidad, la pobreza y "la injusta desigualdad en el acceso a la alimentación, el agua, la sanidad, la educación, la información, la cultura e internet". Otras se refieren "al menos en algunas naciones, a la incapacidad del sistema legislativo para reconocer la paridad económica de las escuelas no estatales", así como a una disminución de las vocaciones y "al menos en el mundo occidental", la fe en Dios sigue "fuertemente marginada de la vida pública y, más en general, de la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo". Esto tiene efectos prácticos en el cierre de algunas escuelas. De hecho, cuando se cierra un colegio diocesano o religioso, se borran del ambiente educativo las huellas de la historia de esa Iglesia local, del carisma inconfundible de esa familia religiosa": "Se apaga un lugar que identifica y custodia una porción de esperanza y, en algunos casos, se hace "más difícil la expresión de la identidad cristiana y católica de un modo dialogante pero firme, firme pero afable".
Hacer coro para mirar las estrellas
Por desgracia, además, "a veces las escuelas católicas actúan en el mismo ámbito no como solistas que, gracias a su timbre vocal único, enriquecen a todo el coro, sino como voces fuera del coro, aisladas, sin contexto; en algunos casos incluso en competencia disonante". Por eso, para aprovechar la oportunidad de hacer un nuevo avance, "urge un coro" entre todos los actores implicados. "En este sentido", afirma la carta, se insta a "poner en marcha iniciativas, incluso de carácter experimental, vibrantes de imaginación y creatividad, capaces de compartición y futuro, precisas en el diagnóstico y airosas en la visión. Que el miedo a los riesgos no apague la audacia; de hecho, la crisis no es el momento para esconder la cabeza en la arena, sino para mirar a las estrellas".
Credito:www.aciprensa.com
Comentarios